España puede pasar de ser un simple productor de energía solar a convertirse en la batería indispensable de Europa. Para ello, debe planificar cada proyecto de energía solar no como una unidad aislada, sino como una pieza de un gran motor diseñado para almacenar energía, desplazar al gas y exportar seguridad climática a nuestros vecinos. Lecciones de un estudio norteamericano.
España debe evolucionar en la explotación de la energía solar desde una estrategia basada en la geografía del sol a una fundamentada en la geografía de su sistema eléctrico. Esta es la principal lección que se desprende de un estudio realizado en Estados Unidos, que ha analizado cómo y dónde la energía solar fotovoltaica produce el mayor beneficio climático. Para un país como España, líder mundial en recurso solar, adoptar esta nueva perspectiva es una necesidad estratégica para acelerar y optimizar su transición energética.
Durante años, la lógica del despliegue solar ha sido instalar paneles donde más abunda el sol. Sin embargo, la investigación publicada en Science Advances demuestra que esta visión es incompleta. El verdadero impacto de un panel solar no reside solo en la cantidad de electrones que genera, sino en su capacidad para desplazar las fuentes de energía más contaminantes de la red en el momento preciso. Es un cambio de paradigma que interpreta el sistema eléctrico como un organismo vivo e interconectado.
Nueva forma de medir el éxito
Para llegar a esta conclusión, los investigadores no se limitaron a mirar los mapas de irradiación. Utilizando un sofisticado modelo estadístico y cinco años de datos horarios de la red eléctrica de EE. UU., lograron cuantificar el «beneficio climático» real de la energía solar. Su metodología reveló varios hallazgos relevantes.
El principal es el factor de desplazamiento. Descubrieron que el valor climático de la energía solar es relativo: su eficacia en la reducción de CO2 depende directamente del tipo de central eléctrica que deja de operar gracias a su entrada en la red. Un megavatio solar que sustituye a una central de carbón en el Medio Oeste tiene un impacto ambiental mucho mayor que uno que compite con energía hidroeléctrica en el Noroeste.
Además, el estudio reveló un efecto temporal retardado. Los beneficios no son solo instantáneos. Gracias a la dinámica de la red y al uso creciente de sistemas de almacenamiento, la energía solar generada al mediodía puede seguir reduciendo emisiones horas después, incluso tras la puesta de sol. Esto ocurre cuando la energía limpia se almacena en grandes baterías y se libera durante los picos de demanda nocturna, evitando así tener que recurrir a contaminantes centrales de gas.
Finalmente, el análisis demostró el beneficio transfronterizo. La red eléctrica es un sistema interconectado, y la energía limpia no entiende de fronteras. Un aumento de la capacidad solar en California, por ejemplo, no solo limpiaba su propia red, sino que también reducía significativamente las emisiones en los estados vecinos al exportar sus excedentes y evitar que tuvieran que generar su propia energía con combustibles fósiles.
Este marco conceptual es la hoja de ruta perfecta para afinar la estrategia española actual. Aplicar esta «inteligencia sistémica» a nuestro país nos permite diseñar un despliegue fotovoltaico con un impacto maximizado que puede trascender el modelo actual.
Desplazar al gas natural
Si aplicamos el modelo en España, salvando las lógicas distancias, lo primero que resalta es que en el sistema eléctrico nacional el carbón es casi testimonial. El principal combustible fósil que la energía solar debe arrinconar es el gas natural, quemado en las centrales de ciclo combinado. Estas plantas, por su flexibilidad para arrancar y parar en cuestión de minutos, son el respaldo que garantiza la estabilidad cuando las renovables no son suficientes, sobre todo en las horas de mayor demanda sin sol. Por tanto, la estrategia más eficaz no es solo inundar la red de energía barata al mediodía, sino minimizar la necesidad de encender esas centrales de gas por la noche.
Esto implica una planificación que incentive la construcción de plantas solares en áreas con acceso directo a los nudos de la red que hoy sirven a los ciclos combinados. El punto óptimo para un nuevo proyecto ya no es solo el que cuenta con más horas de sol, sino aquel cuya producción pueda sustituir de la forma más directa y eficiente a la generación con gas.
El Binomio solar-almacenamiento
Hay otra extrapolación posible de los resultados del estudio. Como síntoma de que la estrategia de fuerza bruta comienza a mostrar sus límites, España ya experimenta la paradoja de tener tanta energía solar en las horas centrales del día que su precio se desploma a cero, como ocurrió claramente en 2023 y 2024, según datos deI Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE), obligando a veces a desconectar plantas (un fenómeno conocido como curtailment). Sin embargo, al anochecer, la dependencia del gas dispara los precios y las emisiones. El mayor beneficio climático, por tanto, no se obtiene generando más energía a las dos de la tarde, sino usando esa energía para evitar las emisiones de las nueve de la noche.
La solución es clara: el impulso masivo de sistemas de almacenamiento, como las baterías a gran escala. La prioridad estratégica debe ser la hibridación. Cada nuevo proyecto fotovoltaico debería ser valorado y primado no solo por su capacidad de generación, sino por su gestionabilidad: su capacidad de almacenar energía y entregarla cuando la red más la necesita. Es pasar de incentivar el kilovatio-hora bruto a incentivar el kilovatio-hora inteligente.
España como batería de Europa
Y todavía hay más paralelismos. El principio del beneficio transfronterizo es crucial para España. Nuestra geografía y recurso solar nos otorgan el potencial de ser la gran batería limpia de Europa. Cada electrón solar generado en Aragón o Extremadura que se exporta a través de los Pirineos puede estar evitando que una central de carbón se encienda en Alemania o una de gas en Italia.
Sin embargo, este potencial está hoy limitado por la escasa capacidad de las interconexiones eléctricas con Francia, que actúan como un cuello de botella. Convertir el fortalecimiento de estas interconexiones en una prioridad de Estado es tan crucial como construir los propios parques solares. Es una infraestructura climática de primer orden. Esta visión permitiría, además, planificar grandes polos solares en zonas como Aragón y Cataluña, diseñados con el doble propósito de abastecer la demanda nacional y liderar la descarbonización a escala continental.
Hay que evolucionar
La lección del estudio estadounidense impulsa una evolución ineludible. No se trata de abandonar las soleadas tierras del sur y el centro, sino de complementar esa ventaja natural con una capa de inteligencia sistémica que ya es tecnológicamente posible. Es el paso de una estrategia de fuerza bruta a una de precisión quirúrgica, donde cada panel se instala no solo pensando en el sol que recibe, sino en el CO₂ que va a aniquilar.
Al adoptar esta perspectiva, España puede garantizar que su transición energética no solo sea rápida, sino profundamente eficaz en la lucha global contra el cambio climático.
Fuente: La Nueva España